Pasamos casi tres horas caminando por las ruinas, que en realidad es lo
único que queda del antiguo y majestuoso monasterio, en cada piedra, Esteban,
encuentra una historia, cada marca tiene un símbolo más allá del que le puedan
haber dado los picapedreros originales. Cada orientación de ventana o puerta
tiene un significado, o lo conoce como nadie, o, él se cree lo que me está
contando. Con una erudición exquisita pasa de un lado a otro, acomodando su relato
a lo que ha estudiado por años, cuando uno lo escucha, realmente se empieza a
comprometer con su visión histórica y con todas sus teorías sobre el
lugar.
Para el las marcas en los muros no son las firmas o signos de los
canteros que lo construyeron, sino que lo atribuye a una especie de grafiti,
donde los monjes o de acuerdo a él, los primeros habitantes del lugar, que eran
filósofos y hasta alquimistas, dejaban sus pensamientos y mensajes para los que
se interesaran en la vida de los que vivían en el claustro.
De ahí surge que un símbolo, representa la palabra “Comunidad” otro
“Jesús”, “Paraíso”, “Infierno”, “Dios” y así sucesivamente una cantidad
interminable de significados, que con la intención de comunicarse con el
exterior dejaban los monjes. La creencia común es que esos símbolos labrados en
las piedras son la firma de los canteros o picapedreros que hicieron los
bloques. Para Esteban esto no tiene sentido, porque los grabados son muy
elaborados y consumirían mucho tiempo de trabajo para solo dejar una
marca de su creador. Sin embargo los monjes o filósofos enclaustrados
tenían todo el tiempo necesario a su disposición para hacerlo de esa calidad.
La verdad, que mientras lo escuchaba me sentía capturado por la
narrativa, cada vez que yo dudaba de algo, me daba una respuesta que de acuerdo
a su teoría tenía sentido, así que me deje llevar por su visión y disfrute
mucho de la visita.
Pero… al llegar a mi casa, como soy muy curioso, comencé a leer todo lo
que puede sobre el tema, así fue que me surgió la duda, la historia y la
teoría de Esteban no encajaban, más bien lo escrito sobre esos monjes y el
monasterio, contradicen casi todo lo que escuche ese día.
Pero a pesar de las dudas que hoy tengo, la visita fue muy linda y
productiva, las ruinas son de una majestuosidad incomparable, en los momentos
en que pude caminar y recorrer solo, sin la perorata continua de Esteban, tuve
la oportunidad de sentir una energía muy especial que emanaba del lugar y
pensar en la cantidad de años y de vidas que se dedicaron al servicio de Dios
dentro de estos recintos.
Los monjes Cistercienses o “Monjes blancos”, aparte de lo espiritual,
se entregaban de lleno a las labores campesinas, tenían de acuerdo a la
historia, una capacidad única para mejorar los lugares donde asentaban sus
monasterios, brindar trabajo a los lugareños y repoblar zonas donde, como
decía Atahualpa Yupanqui “parece que Dios por allí no paso”
Cuando llegaron los desafueros, la mayoría de estas grandes extensiones
de tierra y edificios que poseían los monjes de las diferentes comunidades
religiosas, entraron en estado de abandono, al punto que los edificios fueron
de a poco siendo desmantelados para hacer otras iglesias o puentes por las
autoridades y después por quien quisiera y necesitara materiales para
construir. Esto no solo sucedió en España, sino que en casi toda Europa se hizo
lo mismo.
Bueno, llego la noche y al volver al albergue, me sentía totalmente
cansado pero satisfecho, en la mañana Castrotorafe, en la tarde Monasterio
Cisterciense de Granja de Moreruela, en resumen un día genial. Se sale al
Camino sin saber lo que le espera y de a poco las cosas se presentan frente a
uno, un deleite total.
Mañana temprano, el desvió rumbo al Camino Sanabrés, sobre el cual no
he leído casi nada, para que el propio Camino me sorprenda. Lo único que llevo
agendado es que los próximos dos o tres días los pasare en el albergue de
Tabara, donde tendré el placer de visitar a José Almeida, un hospitalero que se
está transformando en un icono del Camino, gracias a su costumbre de brindar
acogida tradicional a todos los peregrinos que se acercan a su
puerta.
Lo vi por primera vez en el albergue de Tosantos, en mi primer Camino y
después de haberlo conocido y escuchado, fue cuando empecé a sentir el verdadero
espíritu del Camino, por él es que sigo volviendo a calzar las botas cada vez
que se termina Agosto.
Después les cuento, los dejo con fotos del Monasterio y también con un
link donde pueden leer más sobre la historia del lugar. Sanabrés, acá voy,
siempre atacado por mi fiebre de flechas amarillas.
http://www.arteguias.com/monasterio/moreruela.htm




