Pero el peregrinar por los Caminos de Santiago, no es solo sacrificio y
caminar, caminar, caminar…
La etapa antes y después del Arco de Caparra, debido a la falta de
alojamientos y de albergues cerrados, como el de Oliva de Plasencia, se hace
extremadamente larga para el peregrino como yo, ya avanzado de edad y de peso.
Por lo tanto hay que tratar de dividirla lo mejor posible, yo camine hasta la
carretera que lleva a Oliva de Plasencia.
Como todos sabemos, nosotros siempre atraeremos lo que realmente
queremos, si suficiente energía positiva es dirigida al propósito, el universo
conspirara para que de una forma o de otra lo logremos. Y así fue, no habían
pasado ni diez minutos cuando avisto el primer auto aproximarse, le hago señas
para que parara y lo hizo. Al explicarle que era un peregrino en su camino a
Santiago, pero que me hacía mucha ilusión, ya que estaba tan cerca, el conocer
Plasencia, me invito a subir, hoy era día de mercado en la ciudad y él iba para
ahí.
El hombre era un productor de quesos de la zona y llevaba en la parte
trasera su carga aromática y deliciosa para uno de los puestos del mercado. En
poco tiempo de agradable conversación, llegamos a la ciudad y Ernesto,
diciéndome que él tenía que hacer dos o tres paradas antes de llegar al
mercado, me bajo frente a unas escaleras mecánicas, a la entrada de la ciudad.
Se despidió de mí deseándome Buen Camino y regalándome la mitad de un delicioso
queso que debería pesar como un kilo.
Subí las curiosas escaleras y me dirigí al centro de la ciudad, desde
donde podría averiguar si había un albergue de peregrinos o una pensión donde
quedarme. Serían las once de la mañana cuando me encuentro con un centro de
información y me dicen del hermoso albergue Santa Ana, en la iglesia junto a la
UNED, mapa en mano llegue al lugar que era muy cerca del centro. Me encontré
con un albergue de primera, mismo dentro de la iglesia, moderno, limpio, vacío
y totalmente equipado. En síntesis, una maravilla de lugar.
Después de descargar el macuto y pegarme una ducha rápida, salí a las
carreras para ver el mercado y disfrutar de todo lo que la ciudad ofrecía,
estaba descansado y curioso, además de famélico. Desde una mesa al borde del
mercado alguien me llama a toda voz “Alberto, peregrino, Uruguayo”, era Ernesto
que con su cliente se estaban tomando una cañas. Comimos, conversamos, tomamos,
varias veces intente pagar, pero quien nos servía tenía órdenes de no recibir
mi dinero y así lo hizo. Nos volvimos a despedir, esta vez con un fuerte abrazo
y después de desearme Buen Camino, me pidió que me acordara de el en Santiago y
que en el altar del Santo encendiera una vela en su nombre.
Plasencia es una ciudad hermosa con muchísimas construcciones y
monumentos muy antiguos y muy bien cuidados, sus calles abarrotadas de gente
por donde fuera, una vida y una algarabía como en las grandes ciudades del
mundo. Me hizo recordar mucho a Siena en la Toscana Italiana, donde también
había encontrado ese ambiente y alegría.
Recorrí sus torres y murallas, visite un museo y el maravilloso Parador
Nacional de Plasencia, anduve horas por las estrechas calles de piedra y comí
mi cena sentado en una plaza rodeado de estudiantes que iban y venían con mucho
bullicio y ganas de vivir.
En el albergue, cuando retorno, no había nadie y solo encontré un
mensaje de que cuando me fuera, cerrara la puerta principal con llave y después
la dejara sobre el mostrador de la entrada o en el bar de enfrente al lugar. Es
decir que ahí estaba yo solo en esa gran iglesia medieval, por supuesto
que después de recorrer y explorar todos sus rincones, dormí como un caballero
después de varios días de batallas.
A la mañana siguiente el sol me encontró ya en pie, pronto para seguir
mi recorrido. Desayune lenta y plácidamente en el bar donde debía dejar la
llave, sentado en la pequeña terraza vi cómo se despertaba la ciudad y sus
habitantes, sus estudiantes somnolientos caminando hacia sus estudios. Yo más
contento y feliz que perro con dos colas, conseguí un taxímetro que me llevaría
hasta el mismo punto donde había dejado el Camino, para seguir mis pasos de
peregrino.
Cuando retome mi caminar, me vinieron a la mente la solidaridad de
Ernesto, la belleza de Plasencia y nuevamente me alegre de haber tomado la
oportunidad de conocer la zona.
Son Cosas del Camino




