Ahora, a la hora de la verdad, me
pregunto si con mi edad y con mi peso corporal, estoy realmente pronto para
afrontar la ardua ruta que me espera. Los días venideros lo dirán, yo todavía
tengo en mente el abandono del año pasado, donde por problemas físicos, tuve
que dejar el Camino al llegar a Salamanca, espero que esta vuelta, el físico
aguante la parada y pueda llegar a Santiago por mis propios medios… a pie. Si
no es así, la decisión de seguir o no peregrinando, se tomara sola, por ahora
tengo las esperanzas de poder hacerlo, por eso voy rumbo a Salamanca otra vez y
con la idea de terminar lo ya empezado.
El viaje en avión a Madrid y la inmediata
transferencia a Chamartín para abordar el tren a Salamanca ha sido interminable
y el cansancio de a poco me ha ido venciendo, menos mal que si me duermo no me
pasare del destino, ya que me tengo que bajar en la última estación. Los
paisajes que se suceden en mi ventanilla, me mantienen despierto y alerta,
porque como siempre, no me quiero perder nada.
Son las siete de la tarde cuando piso la
Plaza Mayor, como siempre la actividad y vida de esta muy española ciudad me
reconforta. No importa a qué hora del día la visites, a no ser que sea la
madrugada, la gente va y viene y el bullicio es continuo. Me gustaría quedarme
un rato a disfrutar, pero el cuerpo no quiere más, así que me dirijo hacia el
hotel donde me hospedare por las próximas dos noches, para recuperarme del
largo viaje ya que planeo comenzar a caminar el 25 de Agosto.
He quedado de encontrarme con Mertxe, una
gran amiga con la cual recorrimos juntos parte del Camino Francés y que me
espera en Salamanca para que podamos reencontrarnos y pasar un día juntos,
recorriendo la ciudad. Pero las malas comunicaciones y mi cansancio, han
conspirado para que el encuentro sea dejado para mañana. Luego de una buena
ducha y un bocadillo de jamón, me entrego a los brazos de Morfeo y caigo como
un soldado después de la batalla, pero sintiéndome felizmente vivo.
Temprano a la mañana, nos encontramos en
un bar de la Plaza Mayor para desayunar. Después salimos a caminar, por horas
anduvimos de un lado a otro, la ciudad era simplemente el telón de fondo, ya
que nosotros no parábamos de hablar del Camino y de los amigos que habíamos
conocido ahí. Con muchos de ellos, el contacto se mantiene, así que las
historias a intercambiar son interminables.
Originalmente, el plan era que ella me iba a acompañar en las primeras etapas, pero un desencuentro de fechas y sus planes de viajar a Marruecos el 29, no lo hicieron posible.
La visita se extendió hasta casi las diez de la noche, a esa hora llegamos caminando hasta la casa de la amiga donde ella se estaba quedando y con un fuerte abrazo nos despedimos, con el deseo de volver a vernos algún día.
Al paso me dirigí al hotel, a los pocos
minutos, mi mente ya estaba en el Camino, a las seis de la mañana tenía pensado
salir a la aventura, la mochila, ya pronta, me esperaba en la pieza y los
pronósticos del tiempo eran muy buenos. Así que mire una vez más el plano para
saber por dónde debía salir de la ciudad y después me dormí plácidamente,
pensando en el hermoso día que había pasado con Mertxe y en lo contento que
estaba de que ya era el momento de partir.




