Eran las seis de la mañana cuando sin
necesidad de ningún despertador, ya estaba en pie, toda la noche me pase
despertándome casi cada hora, la ansiedad de salir al Camino se había apoderado
de mí.
Las botas junto a la mochila saltaban solas, el bordón repiqueteaba y yo
me retorcía de ganas de salir. Pero había que esperar las primeras luces, el
Camino me gusta verlo, es la mejor forma de disfrutarlo.
A las seis y media no me aguante más,
cargue el macuto sobre mi espalda y me dirigí hacia la Plaza Mayor de
Salamanca, donde comenzara la historia y el Camino. A esa hora las barrenderas
y lavadoras de calle eran las reinas del lugar. El brillo de las luces sobre el
piso mojado del majestuoso lugar, le dan una apariencia casi fantasmagórica,
parece que la han preparado solo para mí. El entusiasmo me lleva a comenzar a
caminar aunque la madrugada todavía esta oscura, son varios los kilómetros que
debo hacer por ciudad antes de llegar a los descampados, así que adelante y a
la ruta.
Los primeros kilómetros fueron muy
cansadores, primero dentro de la ciudad y después por el arcén de una carretera
muy transitada y donde los coches se desplazan a muy alta velocidad. Finalmente
viene un respiro, cuando antes de llegar a Aldeaseca, comienza una senda de
tierra por entre campos de forraje.
No hay un solo árbol, el sol a eso de las
nueve empieza a golpear las espaldas con sus rayos que ya calientan mucho. Son
las primeras horas de Camino y me encuentro feliz, ya no más planes, voy paso a
paso y más contento que perro con dos colas. Son unos treinta kilómetros hasta
Cubo del Vino y los pienso disfrutar a pleno.
A lo lejos se ve un pueblo, más que nada
su iglesia, pero como la senda es ondulada como galope de gusano, la imagen
aparece y desaparece como si fuera un espejismo. Ya estoy de a poco llegando a
la mitad de la ruta planeada para hoy y en buen tiempo, así que me decido a
hacer una parada para tomar un refresco y quizás comer algo antes de continuar.
Frente a la iglesia, en lo que creo es la
Plaza Mayor de Calzada de Valdunciel, me encuentro con un elegante caballero
con el cual entablamos una conversación. Él ya ha hecho el Camino Francés y
grandes trechos del La Vía de la Plata, por lo tanto, como es común, la charla
entre peregrinos se empezó a alargar. Me conto de sus viajes, de su pueblo y me
invito a caminar hasta el albergue que su comunidad ha abierto muy cerca de
donde estamos conversando. Todo el pueblo en pleno está totalmente orgulloso
del hermoso espacio que han dedicado a los peregrinos que pasan por aquí.
Caminando a tranco lento y sin dejar de
hablar, llegamos frente al albergue, que realmente de afuera se ve muy
lindo. Sin darme cuenta, se me estaba yendo el tiempo a pasos agigantados,
tenía que seguir o la llegada al fin programado de la etapa, se iba a hacer muy
tarde. Me despedí del peregrino y a paso rápido me dirigí hacia la salida del
pueblo que estaba a poca distancia… Justo León Galán…
Cuando me iba apresurado un nombre me
vino a la mente, Justo León Galán, este buen señor es un peregrino que hace
pocos meses atrás hizo toda la Vía de la Plata, hasta Astorga, después
desandando sus pasos hasta Granja de Moreruela y siguió hasta Santiago por el
Camino Sanabrés, su forma de hacer caminos es sin prisa, con pausas y sin
planes. Él va donde lo lleva el Camino sin mirar el calendario o el reloj.
Inspirado por ese recuerdo, me di vuelta para quedarme en el albergue que
recién había visitado y disfrutar un poco del resto del día y de lo que este
pueblo pueda tener para ofrecer a un peregrino curioso y sin apuros. Ahí me di
cuenta que de aquí en adelante me dejare llevar por los caprichos del Camino y
que llegare allí cuando pueda y como sea. Gracias Justo León Galán, recién hoy
aprendí tu lección, pero es muy buena.
El albergue colmo todas las expectativas,
limpio, amplio, bien equipado y muy pero muy majo, para completar, horas
después de haberme establecido, llego al lugar María, una peregrina vasca de la
cual les contare en la próxima.
Hasta ti Santiago S D’Q.



