09 diciembre 2015

La Gran Pregunta

Esto que no me pertenece lo paso porque tiene unas cuantas verdades sobre el Camino y los peregrinos.
Extraido de https://albertosolana.wordpress.com/2015/12/05/16-la-gran-pregunta/

          La gran pregunta a la que me refiero, es la que surge en ocasiones, en los foros peregrinos del ámbito jacobeo cuando se habla de la motivación para peregrinar.
Así la planteaba mi eterno e insigne amigo gaitero José Antonio de la Riera mientras, sentado en una piedra, se encendía un narguile esperando a un compañero de peregrinación al que, tras coronar una pronunciada cuesta, había distanciado de su compañía. Hace mal Don José Antonio en fumar, porque si el Camino libera, el tabaco esclaviza. En esa contradictoria dualidad de liberarse andando y de atarse fumando, José Antonio se hace o nos hace la gran pregunta: “¿Qué es lo que tira de una persona con tanta fuerza, qué le hace realizar un esfuerzo imposible, brutal? ¿Cuál es el misterio? ¿En qué reside todo? ¿Qué es lo que hace a una persona abandonarlo todo, lanzarse – como sus antepasados- a un nomadeo impredecible hasta los confines de la tierra?”.

José Antonio, que es sabio y poeta a su manera, gusta más de hacer preguntas que de contestarlas. Por si fuera poco, es además gallego, de modo que si le hacéis una pregunta, lo más seguro es que no responda, sino que os haga otra pregunta. Un servidor es castellano, y aunque no exento de preguntar lo que es menester, gusta más de contestar, de proponer, de debatir, de discutir… hasta partirme los morros incluso con el interlocutor de turno, aunque finalmente terminamos tomando vinos en el chiringuito más cercano e interesándonos el uno por el otro. Curiosa forma de hacer amigos.
La gran pregunta consiste, por tanto, en requerir cual es el motivo. Es una pregunta cuyo meollo lleva siglos en el candelero. Unos, se dice, que lo hacían por dar culto al sol. Otros por ver como se sumergía en las aguas. Hubo uno que lo hizo, con algún discípulo, por traer la buena nueva hasta el Finisterre. Otros empezaron a venir en memoria de éste último y crearon un camino que se convierte en hábito, en tradición, en fe, en culto… y fueron tantos los que lo iniciaron por esta causa que se ponen en marcha todo un fenómeno sociológico que mueve al continente europeo entero. El motivo se pluraliza, pues si en su origen es religioso, el Camino da posibilidades a los hosteleros, a los repobladores, a los colonos, a los prelados, a las órdenes religiosas, a los constructores, a los concheros, a los azabacheros, a los cambiadores de moneda, a los timadores, a los ladrones, a los criminales, a los buscadores de historias, a los caballeros andantes, a los buscadores de griales, a los santos, a los protectores de los peregrinos, a los trovadores, a los pobres, a los curiosos, a los viajeros, a los buscavidas, y a tantas y tantas gentes que cada cual busca lo que cree, lo que puede, lo que persigue o lo que pretende, y algunos incluso sin saber lo que buscan o sin buscar realmente nada. Y como el que busca, haya, y a menudo también haya el que no busca, pues unos y otros terminan por encontrar algo, fuera o no lo que realmente buscaban, y entre unos y otros hacen que el Camino sea un flujo de motivos, de búsquedas y de hallazgos.
El Camino surge así como movimiento continuo de multitud de intereses y motivos que conviven y se complementan. Cabe decir que el Camino en sí mismo termina convirtiéndose en motivo, y lo que fue fruto de la tradición forma parte de la tradición misma y llega a formar incluso su parte más notoria y prioritaria.

          En esas estamos cuando hoy día alguien osa plantear la gran pregunta. El Camino hoy lo es todo y desborda los motivos, porque el Camino en sí mismo es motivo suficiente para salir a buscarlo, a conocerlo, a descubrirlo, a vivirlo, a compartirlo… y la experiencia de vivirlo es tan especial, tan sentida, tan singular, que nos atrapa, que nos llena, que nos magnetiza, y nos deja marcados desde esa sensación sublime de sentirnos protagonistas de nuestra vida, de nuestro transcurrir, a través del sufrimiento y a través del gozo que de ambos hay parte, y el Camino se convierte así en una llave que nos permite romper con la rutina, con las obligaciones, con los horarios, con la monotonía, con los intereses, con lo convencional, y nos hace sentir que somos dueños de nuestra vida, y nos abre una ventana hacia la libertad.

En los tiempos que corren, no lo ignoremos, hay mucha trivialidad, y no son pocos los que ni se preguntan ni encuentran respuestas, ni en el camino ni en ningún otro lugar. Pero para los que buscan alguna trascendencia, aquí están las primeras respuestas: protagonismo y liberación. Protagonismo, porque en el Camino uno se convierte en parte sustancial de la propia existencia ante sí mismo. Liberación porque en él se descubre que muchas de las cosas que nos atan son prescindibles y hasta buena parte de lo que se carga en el macuto terminamos por descubrir que son innecesarias.
Pero camino y caminante son una misma cosa. El camino es en última instancia lo que el caminante es. Cada caminante tiene su camino. Uno y otro tienen su propia alma, y cuando una y otra se encuentran, la experiencia cobra toda su dimensión.
Yo hice mi camino y viví mi experiencia. Fui feliz haciéndolo y sufriéndolo, pero la respuesta la encontré bajando a la cripta, integrándome en el ambiente de piedra, orando ante Santiago, ante Dios y ante mí mismo, y en ese marco eterno de piedra sentí la eternidad y descubrí que también mi alma es eterna, y sentir la propia eternidad es estar ante Dios. Allí sentí que mi camino había finalizado y que comenzaba algo nuevo que merecía compartirse.

De este modo el fin de una cosa se convierte en el comienzo de otra, porque cuando se ha encontrado la gran respuesta, también se descubre que todo continúa, que los amigos esperan, que hay anécdotas que contar, alegrías que celebrar, emociones que compartir, motivos por los que brindar, y cosas importantes de que hablar, de planes para el futuro, quizá de nuevos caminos, porque cuando se hace el Camino, el Camino forma parte de uno y uno mismo forma parte del Camino.

19 noviembre 2015

Cubo del vino

Moha Hassan estaba de guardia en el corral antes de la entrada al Albergue Torre de Sabre, a Moha solo lo conocía por fotos, pero su presencia y estampa no me dejo dudar ni un momento, era ese el tordillo árabe que había acompañado a Filisberto en su recorrida de La Vía de la Plata.

Loli, la propietaria del albergue, me atendió en la puerta con una gran sonrisa de bienvenida, por supuesto que yo no hago nunca reservas de lugares para quedarme, porque siempre se dónde empiezo pero no donde culmino el día. Por suerte todavía tenía lugar para mí.

Lamentablemente Filisberto, al cual deseaba conocer para escuchar sus historias de peregrino a caballo, no estaba, ya que está trabajando lejos por un tiempo y viene a la casa cuando tiene días libres. Una de las penosas realidades de la España de ahora, donde much@s cabez@s de familia tienen que buscar la forma de sostener a sus familias, como sea. 

Durante el día, ya que la etapa había sido corta, me dedique a caminar por los alrededores, visite las bodegas lugareñas, escavadas en las afueras del pueblo y que muchas de ellas todavía se encuentran en uso, me acerque a la abandonada estación del ferrocarril y también visite la iglesia, pase por el ayuntamiento para sellar mi credencial y deambule sin rumbo por las pequeñas y angostas callecitas del pueblo.

Los dos bares por los que pase, tenían cañas frescas pero no podía dejar pasar la oportunidad de saborear los vinos de la zona. La verdad sea dicha, casi todo lo que me sirvieron era vino de Toro, que por su cercanía, es el que se impone. Muy bueno, pero adictivo.
Esa noche éramos cuatro peregrinos los que nos sentamos a la mesa para disfrutar una excelente cena, que incluía una sabrosa sopa de mariscos. Una amena charla, nos acercó hasta alrededor de las 10 de la noche, cuando después de los postres nos retiramos a descansar el cuerpo para preparar la jornada siguiente.

A pesar de que estaba solo en una muy buena habitación, no lograba dormirme, comencé a rememorar los días desde que había partido de mi casa en Toronto, entre pitos y flautas ya hacía casi una semana que estaba en España y en el Camino, pero parecía que hacía mucho más, los buenos momentos que venía disfrutando, ya me habían entregado de lleno al espíritu del Camino. Estaba en un estado de paz espiritual y me sentía con una libertad, que no logro tener en mi vida diaria, la sucesión de paso tras paso en soledad y al aire libre, me llenan de alegría. No sabía que me deparaba  mañana, pero si sabía que sin apuro y sin planes, llegaría lejos y contento.

Llego el sueño y me entregue a él sin reparos, en pocas horas mis botas retomarían el Camino.

Hasta ti Santiago S D’Q.

16 noviembre 2015

María, años y caminos. Llegando al Cubo del Vino.

La noche llegaba y ya se veía que no iba a ser fácil el dormir y descansar, era el último día de vacaciones para los jóvenes, que debían regresar a sus centros de estudios a partir del lunes. Se los veía en “bandadas” recorriendo el pueblo de un lado a otro, sin rumbo, solamente disfrutando y lamentando que se terminaba la libertad que viven en el pueblo, la mayoría de ellos mañana volverán a sus casa de la ciudad donde viven y estudian el resto del año. Cerca de la medianoche, los petardos se empiezan a escuchar y es un repiquetear constante, algunos caen dentro del recinto amurallado del patio del albergue, el estruendo se repite varias veces. María y yo tratamos de ignorarlo, pero despiertos y sentados en nuestras literas conversamos largo  y tendido.
Tiene 74 años, es vasca de nacimiento y de convencimiento, pequeñita y vivaz, se le ve más fuerte que tabaco de pito. No está segura si este es su Camino numero 15 o 16, pero cada vez que le mencionas algo, ella ya estuvo ahí. Hoy se había pasado el día recorriendo el pueblo, tomando unas cañitas y conversando con quien se le cruzara… es un remolino con botas. Es tarde cuando decidimos que quizás ya se puede dormir, el ruido esta amainando y los petardos no se escuchan tan frecuentes y cercanos.

El destino de hoy es completar la etapa que deje trunca al quedarme en Calzada de Valdunciel, unos 16 kilómetros me separan de Cubo de la Tierra del Vino, ideal para un segundo día de Camino, ya que el cuerpo se ira acostumbrando de a poco. Como la distancia es corta y la noche había sido larga, departo después de las campanas de las 8.30.
María todavía no se ha movido mucho, así que le digo que parto solo. Cuando le digo que me voy desfachatadamente me dice “Vete tranquilo que yo te alcanzo en la ruta”… la mire incrédulo y con bordón en mano y mochila a la espalda salí a gastar kilómetros.
El sol pica fuerte, la ruta ondulada y desolada parece no tener horizonte, el vapor que se despega de los campos, los hace ver como espejismos. Inmensos plantíos de maíz y sus sistemas de regados me acompañan y de vez en cuando un hilo de agua que viene de los campos, me sirve para mojar mi cara y cabeza para refrescarme.
De vez en cuando, miro para atrás esperando ver a la distancia la figura de María, quizás si me siento un rato en algún lado, le doy chance a que me alcance. No hay ni un solo árbol, no se vislumbra una sombra por ningún lado, yo ya estoy necesitando un alto, el estómago me recuerda que salí sin desayunarme, sigo buscando un lugar adecuado para hacer descanso y diente.

A la mente me vino un recuerdo de mi padre, el viejo tenía la costumbre de sentarse en la boca de los caños de desagüe que pasan por debajo de las carreteras, decía que eran los ventiladores del campo en los días en que cantaba la chicharra.
Un hilo de agua cruzaba la senda y se perdía dentro de uno de estos caños, unas piedras estratégicamente, ocupaban el centro de la boca refrigerante. Descolgué la mochila, le metí mano a las vituallas que traía pronto a disfrutar del lugar y el momento.

Chorizo, pan, queso y una botellita de plástico con medio litro de vino de la zona, estaban prontos para ser sacrificados en ese altar de tranquilidad, me saque las botas y las medias, me senté en una piedra. Con los pies en el agua y la brisa fresca que venia del tubo, comí y descanse como un soldado después de la batalla. Todavía de vez en cuando miraba el sendero para tratar de avistar a María.
Con la panza llena y el corazón contento retome la ruta, en poco más de una hora llegaría a Cubo del Vino, donde me esperan un buen albergue, buena comida y supuestamente buena compañía, ya que espero encontrarme con Filisberto, quien habiendo hecho parte de La Vía de la Plata a caballo, debe tener varias historias para contar.

La ruta siempre cerca de la carretera, es firme de a poco se empiezan a ver algunos árboles, del otro lado de la autovía se irgue la cárcel de Topas que domina el paisaje con su torre de vigías. Me lleva a pensar en el verdadero significado de “libertad”, yo aquí, en el Camino, que para mí hoy día es la máxima expresión de “libertad”, ellos ahí dentro… me dio pena, seguí al paso sin mirar para atrás.
Cuando entro al Cubo del Vino, una figura sentada en un banco de la plaza, me llama la atención, todavía estoy lejos para distinguir quien es, pero algo me hace pensar que es María, ¿Cómo llego hasta acá antes que yo? ¿Me abre dormido cuando me senté al fresco y no la vi pasar? ….mmmmm ¿quien me lo explica? Era Maria.

Hasta ti Santiago S D’Q.

17 octubre 2015

La partida… Justo León Galán

Eran las seis de la mañana cuando sin necesidad de ningún despertador, ya estaba en pie, toda la noche me pase despertándome casi cada hora, la ansiedad de salir al Camino se había apoderado de mí. 
Las botas junto a la mochila saltaban solas, el bordón repiqueteaba y yo me retorcía de ganas de salir. Pero había que esperar las primeras luces, el Camino me gusta verlo, es la mejor forma de disfrutarlo.

A las seis y media no me aguante más, cargue el macuto sobre mi espalda y me dirigí hacia la Plaza Mayor de Salamanca, donde comenzara la historia y el Camino. A esa hora las barrenderas y lavadoras de calle eran las reinas del lugar. El brillo de las luces sobre el piso mojado del majestuoso lugar, le dan una apariencia casi fantasmagórica, parece que la han preparado solo para mí. El entusiasmo me lleva a comenzar a caminar aunque la madrugada todavía esta oscura, son varios los kilómetros que debo hacer por ciudad antes de llegar a los descampados, así que adelante y a la ruta.

Los primeros kilómetros fueron muy cansadores, primero dentro de la ciudad y después por el arcén de una carretera muy transitada y donde los coches se desplazan a muy alta velocidad. Finalmente viene un respiro, cuando antes de llegar a Aldeaseca, comienza una senda de tierra por entre campos de forraje.
No hay un solo árbol, el sol a eso de las nueve empieza a golpear las espaldas con sus rayos que ya calientan mucho. Son las primeras horas de Camino y me encuentro feliz, ya no más planes, voy paso a paso y más contento que perro con dos colas. Son unos treinta kilómetros hasta Cubo del Vino y los pienso disfrutar a pleno.

A lo lejos se ve un pueblo, más que nada su iglesia, pero como la senda es ondulada como galope de gusano, la imagen aparece y desaparece como si fuera un espejismo. Ya estoy de a poco llegando a la mitad de la ruta planeada para hoy y en buen tiempo, así que me decido a hacer una parada para tomar un refresco y quizás comer algo antes de continuar.

Frente a la iglesia, en lo que creo es la Plaza Mayor de Calzada de Valdunciel, me encuentro con un elegante caballero con el cual entablamos una conversación. Él ya ha hecho el Camino Francés y grandes trechos del La Vía de la Plata, por lo tanto, como es común, la charla entre peregrinos se empezó a alargar. Me conto de sus viajes, de su pueblo y me invito a caminar hasta el albergue que su comunidad ha abierto muy cerca de donde estamos conversando. Todo el pueblo en pleno está totalmente orgulloso del hermoso espacio que han dedicado a los peregrinos que pasan por aquí.  
Caminando a tranco lento y sin dejar de hablar, llegamos frente al albergue,  que realmente de afuera se ve muy lindo. Sin darme cuenta, se me estaba yendo el tiempo a pasos agigantados, tenía que seguir o la llegada al fin programado de la etapa, se iba a hacer muy tarde. Me despedí del peregrino y a paso rápido me dirigí hacia la salida del pueblo que estaba a poca distancia… Justo León Galán…

Cuando me iba apresurado un nombre me vino a la mente, Justo León Galán, este buen señor es un peregrino que hace pocos meses atrás hizo toda la Vía de la Plata, hasta Astorga, después desandando sus pasos hasta Granja de Moreruela y siguió hasta Santiago por el Camino Sanabrés, su forma de hacer caminos es sin prisa, con pausas y sin planes. Él va donde lo lleva el Camino sin mirar el calendario o el reloj. 
Inspirado por ese recuerdo, me di vuelta para quedarme en el albergue que recién había visitado y disfrutar un poco del resto del día y de lo que este pueblo pueda tener para ofrecer a un peregrino curioso y sin apuros. Ahí me di cuenta que de aquí en adelante me dejare llevar por los caprichos del Camino y que llegare allí cuando pueda y como sea. Gracias Justo León Galán, recién hoy aprendí tu lección, pero es muy buena.

El albergue colmo todas las expectativas, limpio, amplio, bien equipado y muy pero muy majo, para completar, horas después de haberme establecido, llego al lugar María, una peregrina vasca de la cual les contare en la próxima.

Hasta ti Santiago S D’Q.


09 octubre 2015

A Salamanca… un día con Mertxe

La salida de Toronto, un poco retrasada, me da tiempo para pensar de lleno en el Camino. Hasta ahora me he ido preparando física y mentalmente, pero todo parecía tan lejano, que en ningún momento me pude visualizar viajando.

Ahora, a la hora de la verdad, me pregunto si con mi edad y con mi peso corporal, estoy realmente pronto para afrontar la ardua ruta que me espera. Los días venideros lo dirán, yo todavía tengo en mente el abandono del año pasado, donde por problemas físicos, tuve que dejar el Camino al llegar a Salamanca, espero que esta vuelta, el físico aguante la parada y pueda llegar a Santiago por mis propios medios… a pie. Si no es así, la decisión de seguir o no peregrinando, se tomara sola, por ahora tengo las esperanzas de poder hacerlo, por eso voy rumbo a Salamanca otra vez y con la idea de terminar lo ya empezado.

El viaje en avión a Madrid y la inmediata transferencia a Chamartín para abordar el tren a Salamanca ha sido interminable y el cansancio de a poco me ha ido venciendo, menos mal que si me duermo no me pasare del destino, ya que me tengo que bajar en la última estación. Los paisajes que se suceden en mi ventanilla, me mantienen despierto y alerta, porque como siempre, no me quiero perder nada.

Son las siete de la tarde cuando piso la Plaza Mayor, como siempre la actividad y vida de esta muy española ciudad me reconforta. No importa a qué hora del día la visites, a no ser que sea la madrugada, la gente va y viene y el bullicio es continuo. Me gustaría quedarme un rato a disfrutar, pero el cuerpo no quiere más, así que me dirijo hacia el hotel donde me hospedare por las próximas dos noches, para recuperarme del largo viaje ya que planeo comenzar a caminar el 25 de Agosto.

He quedado de encontrarme con Mertxe, una gran amiga con la cual recorrimos juntos parte del Camino Francés y que me espera en Salamanca para que podamos reencontrarnos y pasar un día juntos, recorriendo la ciudad. Pero las malas comunicaciones y mi cansancio, han conspirado para que el encuentro sea dejado para mañana. Luego de una buena ducha y un bocadillo de jamón, me entrego a los brazos de Morfeo y caigo como un soldado después de la batalla, pero sintiéndome felizmente vivo.

Temprano a la mañana, nos encontramos en un bar de la Plaza Mayor para desayunar. Después salimos a caminar, por horas anduvimos de un lado a otro, la ciudad era simplemente el telón de fondo, ya que nosotros no parábamos de hablar del Camino y de los amigos que habíamos conocido ahí. Con muchos de ellos, el contacto se mantiene, así que las historias a intercambiar son interminables.

Originalmente, el plan era que ella me iba a acompañar en las primeras etapas, pero un desencuentro de fechas y sus planes de viajar a Marruecos el 29, no lo hicieron posible. 
La visita se extendió hasta casi las diez de la noche, a esa hora llegamos caminando hasta la casa de la amiga donde ella se estaba quedando y con un fuerte abrazo nos despedimos, con el deseo de volver a vernos algún día.

Al paso me dirigí al hotel, a los pocos minutos, mi mente ya estaba en el Camino, a las seis de la mañana tenía pensado salir a la aventura, la mochila, ya pronta, me esperaba en la pieza y los pronósticos del tiempo eran muy buenos. Así que mire una vez más el plano para saber por dónde debía salir de la ciudad y después me dormí plácidamente, pensando en el hermoso día que había pasado con Mertxe y en lo contento que estaba de que ya era el momento de partir.

Hasta ti, Santiago. S D’Q.

25 agosto 2015

Fiebre de flechas amarillas

Dentro de exactamente 7 días (el 23 de agosto), estaré saliendo de Salamanca con la intención de llegar a Santiago de Compostela, recorriendo primero la Vía de la Plata y continuando por el Camino Sanabrés. Creo que estoy física y mentalmente preparado para lograrlo, con la ayuda de Santiago y San Cono, quizás pueda seguir hasta el Fin del Mundo, Fisterra (Finisterra).
El año pasado, lo intente, pero el físico me traiciona y tuve que abandonar con problemas de tobillo, rodilla y cadera, además después del accidente que tuve en Puebla de Sancho Pérez, me empecé a desanimar, el cuerpo no respondía y la mente se distraía. Me esforcé al máximo hasta llegar a Salamanca, donde no tenía otro camino que abandonar las caminatas diarias. De a poco seguí la ruta, caminando cuando podía y tomando cualquier tipo de locomoción disponible cuando el cuerpo se rebelaba. Eso me permitió conocer un montón de cosas de España que no tenía en el libreto, desde ciudades encantadoras a pueblitos ya casi inexistentes pero con todavía espíritu de lucha para mantenerse

Me quede unos días en Tabara con mi amigo, escritor y hospitalero José Almeida, pase por La Bañeza y Alija del Infantado, asistí a la romería de la Virgen de Castro tierra y escuche misa en la pequeña Iglesia de Genestacio de la Vega, donde después de quedarme unos días con la familia Alija y Sandra, con quien habíamos hecho el Camino Francés juntos, fui casi adoptado como hijo del pueblo. No solo que me trataron como a un rey, sino que también me honraron con la camisa oficial del pueblo y el símbolo del pendón, al cual acompañe en la romería.
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Un día le pido a Sandra que me alcance hasta La Bañeza para subir a un bus y seguir viaje. Me acerque a la boletería, pedí un boleto y ante la pregunta de ¿A dónde?, respondí “En el primer bus que esté disponible y hasta su destino final, pero por favor no me lo diga”. Veinte minutos después llega el primer bus a la terminal, me subo sin leer el destino, me reclaman el boleto, lo extraigo de mi bolsillo y por primera vez lo miro… destino Santiago de Compostela. Estaba predestinado.

Recorrí Santiago por dos días, en un ómnibus turístico me fui a conocer la Costa de la Muerte, Finisterra, Muxia, montes, cataratas y puentes de película, el mar embravecido, las rías, parrilladas de maricos, tapas de cuanto producto del mar que te puedas imaginar e interminables botellas de Albariño, que bajaban como un néctar sagrado.
Después de asistir a la misa del peregrino en la Catedral de Santiago de Compostela y disfrutar del espectáculo del Botafumeiro, decidí que era hora de abandonar la encantadora Galicia. El tren nocturno me dejo en Madrid.

Ahí mi base seria en Azuqueca de Henares, un pueblito encantador a 45 minutos en tren desde Atocha, donde mi prima Gladys, me da cobijo cada vez que voy a España. Tenía siete días para mi partida a Toronto, así que pude disfrutar de la familia y además seguir haciendo turismo, ya que a esta altura no era más peregrino. 
Visite Plasencia, Sigüenza, Aranjuez, Alcalá de Henares y Guadalajara, recorrí castillos, iglesias, museos y jardines encantadores, camine por estrechas callecitas medioevales y por anchos bulevares arbolados. Tome trenes, buses, taxis y camine todo lo que el cuerpo me permitió. También estuve en fiestas patronales, corridas de toros y un concierto bajo las arboledas del Palacio Real de Aranjuez.

Madrid lo recorrí de norte a sur y de este a oeste, recorrí desde sus barrios más lujosos a sus más exóticos y peculiares, desde la Castellana a Chueca, de Salamanca a Puente de Vallecas, el Rastro y Retiro. Camine por Atocha, me corte el pelo en Cuchilleros y comí bocadillos a orillas del Manzanares junto al puente de Calatrava. 
Comí pescaditos sentado en la Plaza Mayor y cerré el viaje con algo que se ha ido volviendo en mi rito de despedida, tapas y Jerez amontillado junto a los barriles en el Mercado de San Miguel.

Como ven, me queda poco por hacer, pero lo que me queda pendiente fue llegar a Santiago por mis propios medios. 

Así que me voy otra vez, con esa fiebre de flechas amarillas, que me obligan a seguirlas, que me llevan a un viaje interior que me reconforta y me hace feliz. Que me llevan a Santiago de Compostela y me dejan conmigo mismo.

Hasta la vuelta. Ultreia et Suseia